sábado, 17 de enero de 2009

La pandilla

No sé si alguna vez he comentado que en el sitio al que vamos a tomar café todas las mañanas los compañeros de la oficina coincidimos siempre con un grupo de… no sé como llamarlas. Primero las defino y luego vemos cómo encuadrarlas. El grupo de féminas en cuestión, compuesto de un núcleo duro de tres de ellas que son fijas y otras dos o tres que aparecen de manera más intermitente, andará por los treinta y pocos. Son razonablemente monas, madres de familia (no preguntéis por qué lo sé, no sabría contestaros, pero lo sé), visten ideales y de marca, y se encuentran aparentemente desocupadas. Porque parece que no tienen nada especial que hacer después de llevar a los niños al cole y antes de ir a buscarlos a las 5, y se permiten el lujo de tomarse un cafetito entre amigas en plan tertulia a las 10 de la mañana para, después de ese momento, que de por sí es taaaan agradable, soltar frases del tipo:

“Todavía no he ido a conocer Tiffany’s; ¿quién me acompaña?”

O esta otra:

“Creo que hoy me voy a dar una vuelta por la calle del Pez a conocer la tienda... [no oí el nombre, lo siento]”.

Como veis, provocan mi más corrosiva envidia. Es que ese momento coincide con el fin de mi pausa de 15 minutos matutina, cuando vuelvo a una oficina que en ese momento se me antoja más gris que nunca. Os aseguro que me encanta trabajar y que me siento muy orgullosa de ello. Siempre… Menos en ese momento del día.

Asumo que aún hoy en día hay mujeres que, voluntariamente (y estoy hay que recalcarlo, ya que hay gente que desea trabajar y por distintas circunstancias no puede hacerlo), pueden permitirse el lujo de llevar ese estilo de vida, no me entra en la cabeza que en un mismo grupo de amigas haya tantas. ¿O es que se han conocido en su deambular de tienda en tienda y han formado pandilla?

Volviendo a la definición, lo siento pero no se me ocurre ninguna. Mujeres se me hace muy duro. El término mujer me recuerda a una hembra, ancha de caderas, que trabaja duro en el medio rural. Chicas… Pues tampoco son precisamente una pandilla de universitarias despreocupadas. Y calificarlas como Señoras…. Demasiado. No lo sé, pero, aunque sólo fuera por unos mesecitos, me encantaría cambiarme de mesa a la hora del desayuno, y ser una de ellas.

2 comentarios:

Missioneye dijo...

ya te digo en esta ciudad pequeña de provincias abundan ese tipo de madres-jovenes con todo el tiempo para ellas, para mi debe de ser el nirvana.....

Garaz dijo...

Peores son las que tienen ese mismo estilo de vida pero... tengo que ir al chino a descambiar unos tuppers. ¿Alguien me acompaña? O... voy al centro comercial a conocer el nuevo primark...

;)

(vuelvo a la vida, 14 días consecutivos sin internet, todo un reto...)